Muchas veces escuché la frase: “hay que cuidar las formas”.
Que lo importante no es solo lo que se dice, sino cómo se dice.
Pero con el tiempo empecé a preguntarme:
¿cuidar las formas no es, muchas veces, cuidarse a uno mismo?
Evitar incomodar, evitar el rechazo, evitar cargar con el eco de una verdad que duele.
Claro que no niego que el modo puede suavizar, que hay verdades que si se escupen sin más pueden lastimar de un modo innecesario. Pero también creo que hay un punto en que tanto cuidado se vuelve disfraz, y el otro no recibe lo que necesita, sino lo que yo me animo a entregar.
Entonces la pregunta que me queda rondando es:
¿qué pesa más, el dolor de una verdad cruda en el instante, o el daño silencioso de una verdad que nunca llegó a tiempo?
Quizás, como casi siempre, la respuesta no esté en elegir entre una u otra, sino en el péndulo: entre callar y decir, entre suavizar y ser brutal, entre proteger al otro y protegerme a mí mismo.
¿Vos qué pensás? ¿Es mejor arriesgarse a herir con una verdad o callar para cuidar las formas? Me interesa leerte en los comentarios.
¿Cudiar las formas o a uno mismo?